Arcimboldo es el más original de todos los pintores del Renacimiento, un genio que con sus extraños retratos formados por elementos tales como frutas, animales u objetos, parece anticipar extrañamente vanguardias del siglo XX tales como el surrealismo. En este breve y subjetivo análisis voy a intentar comentar lo más granado de su obra.
Las cuatro estaciones
Arcimboldo pintó numerosas series de "Las cuatro estaciones" (una de
ellas en una colección particular de Bérgamo, pintada hacia 1572; otra,
hacia 1573, conservada en el Museo del Louvre) siendo cada una de ellas
una copia sin apenas variación de la anterior, lo que refleja el éxito
de la serie. El pintor ha representado los hipotéticos rostros de las
estaciones mediante los elementos típicos de cada una de ellas. Así, el
rostro de la primavera está formado por flores, el verano tiene rostro
de frutos y cuerpo de trigo, mientras que el otoño es un curioso
compendio de hojas caídas, setas, y frutos de cosecha. La serie concluye
con el invierno, tal vez el retrato más complejo y menos descifrable de
la serie, en el que se intermezclan elementos claramente secos y fríos,
como la corteza que forma la cara, con otros más cálidos y vivos, como
las hojas de la cabellera y las dos frutas que cuelgan del cuello.
Parece como si el alegre Arcimboldo se negase a sacar una cara amable a
la menos amable de las estaciones.
Los cuatro elementos
Al igual que en "Las cuatro estaciones", Arcimboldo vuelve a atribuir
a cada elemento un rostro formado por lo más característico de cada uno
de ellos. No obstante, la serie posee ciertos elementos que la hacen
bastante diferente, e incluso más interesante, que la anterior.
Para empezar, y a diferencia de la serie anterior, cada uno de los
rostros está formado por un solo tipo de elemento compositivo. Así, el
rostro de la tierra está formado solamente por animales terrestres, el
del aire por aves, y el del agua por peces y animales marinos. Caso
aparte es el fuego (Museo Histórico, Viena), representado por múltiples
elementos flamígeros, desde unas brasas que hacen las veces de cabellera
hasta unos cañones en el torso. Sin embargo, y a pesar de esta aparente
limitación, las pinturas son bastante más conseguidas que en la serie
anterior.
Además, hay que decir que la serie guarda una evidente relación con
"Las cuatro estaciones". De hecho, ambas series están organizadas según
en hipotético "eje de simetría", que enfrenta al aire con la primavera,
al verano con el fuego, al otoño con la tierra, y al invierno con el
agua.
Retratos
Pero Arcimboldo no se limitó exclusivamente a la creación de series
de lienzos (elementos, estaciones) sino que pintó también numerosos
retratos individuales, muchos de ellos para el Emperador Rodolfo II, en
su original e inconfundible maniera.
Aunque el título de "obra más original de Arcimboldo" puede estar más
que discutido, personalmente no dudaría en entregárselo al espectacular
"El bibliotecario" (c.1566, Skoklosters Slott, Suecia), obra
fabulosamente imaginativa, que, con sus formas geométricas y desbordante
fantasía, parece anticipar las vanguardias del siglo XX.
El grotesco retrato de "El jurista" (dos versiones, una fechada en
1566 y que se conserva en Statens Konstsamlingar de Estocolmo; otra algo
posterior en una colección particular de Milán) es una de las obras más
polémicas de Arcimboldo. En primer lugar, ¿quién es el grotesco hombre
retratado? Mientras que bastantes críticos sostienen que se trata del
jurista J. U. Zasius, otros afirman que se trata del mismísimo Calvino.
De cualquier modo, el rostro del hombre, que comparte ojo con el
horrendo pollo desplumado, resulta realmente perturbador.
El retrato / bodegón de "Vertumno ( c.1590, Skoklosters Slott,
Suecia) es quizás la obra más ambiciosa de Arcimboldo, un exuberante
retrato de Rodolfo II caracterizado como el dios Vertumno, que el poeta
Gregorio Comanini describió así:
Mira la manzana, mira el melocotón
como se me ofrecen en ambas mejillas
redondos y llenos de vida
Fijate en mis ojos
de color cereza uno
el otro de color de mora.
No te dejes engañar, es mi cara.
"Flora" (c.1591, Colección particular, Milán) obra de madurez,
pintada para deleite de Rodolfo II, es quizás menos imaginativa e
interesante que las anteriores, pero de una perfección técnica fabulosa:
es realmente admirable conseguir una representación tan detallada de
cada una de las flores, en especial aquellas de la cabellera, y, a la
vez, conseguir que el conjunto del retrato mantenga una unidad
coherente.
Los retratos invertidos
Quizás la máxima expresión de la originalidad de Arcimboldo sean los
retratos invertidos, esto es, aparentes bodegones que, una vez girados
90º, se convierten en extraños y perturbadores retratos. "El asado"
(c.1570, Colección particular, Estocolmo) y "El hortelano" (c.1590,
Museo Cívio, Cremona) son los ejemplos más logrados y famosos.
(Fuente)
Retrato de Einnes Maines |
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